Vivir y morir por La Tierra.

Dedicado a los verdaderos héroes, mujeres y hombres, que han entregado sus vidas defendiendo su más profunda convicción: que sólo tenemos una Tierra y que hay que conservarla para las próximas generaciones, cueste lo que cueste. Celebrando el Día de la Tierra, 22 de abril.

Cada cierto tiempo nacen personas excepcionales, gente en apariencia como tú y como yo, pero cuyo destino es cambiar el rumbo de la historia. No me refiero a Albert Einstein o Steve Jobs, que también lo fueron, sino a hombres y mujeres de cualquier país del mundo, llevando vidas normales, pero que un buen día comienzan a ejercer un importante efecto en su entorno. Muchas veces sin siquiera buscarlo, de pronto se ven inmersos en proyectos y acciones que cambian las vidas de las personas que los rodean, y en algunos casos, convirtiéndose también en una verdadera molestia para aquellos a quienes no les conviene que la sociedad se vuelva cada día más reflexiva y proactiva.

“Chico” Mendes, el ángel de la Amazonía.

Francisco Alves Mendes Filho fue un recolector de caucho, sindicalista y activista ambiental brasileño. Luchó de manera pacífica contra la extracción de madera y la expansión de los pastizales en la región amazónica.

El padre de Chico, Francisco Mendes, llegó en 1926 al remoto Estado de Acre, en la selvática y aislada Amazonía occidental lindante con Bolivia y Perú, para trabajar elaborando caucho obtenido de las heveas  (árbol del que se extrae la savia, el látex con que se fabrica el caucho nativo, con una técnica artesanal). Venía huyendo de la extrema pobreza del desertizado Estado de Ceará -el otro vértice del Brasil. Es curioso, pero los Mendes habían luchado allí contra el trazado de una carretera, otra de las razones que les obligó a emigrar.

Mendes se instaló cerca de la población de Xapurí y se transformó en recolector de caucho.  Allí conoció a Iraci Lopes Filho, hija y nieta de recolectores de caucho, con quien se casó y tuvo a Chico el 15 de diciembre de 1944.

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Chico creció en un ambiente donde predominaba el analfabetismo, el abandono, el aislamiento y las carencias de todo tipo. En 1945 cayó la demanda creada por la Segunda Guerra Mundial y la situación en la Amazonía empeoró.  A los 24 años Chico conoce a Euclides Fernández Távora, un refugiado político que le enseña a leer y escribir valiéndose de revistas y diarios viejos.

Hacia 1970 el presidente brasileño Medici decide construir una carretera Transamazónica de 5.000 kilómetros para ofrecer «una tierra sin hombres a los hombres sin tierra». Sin embargo ni la tierra era fértil, ni estaba vacía: allí estaban los indios, los habitantes de las riberas de los ríos, los recolectores de caucho, gente que vivía de y cuidaba la selva. Las carreteras impactaron sobre 96 tribus.

La deforestación masiva y los incendios intencionales se extenderían durante las dos décadas siguientes alentados por los dueños de haciendas y los buscadores de oro.  Los bosques milenarios eran reemplazados por haciendas y fincas de dudosa rentabilidad y duración. En Amazonia la expansión agrícola es insustentable, y cuando llueve el frágil suelo, desprotegido, se erosiona rápidamente. En pocos años las fincas abandonadas se parecen a un semidesierto. Mientras, los indios y los recolectores de caucho emigran para hacinarse en chabolas y favelas, desarraigados y sin trabajo.

En los años ’70 se otorgaban títulos sin importar que fueran territorios indígenas o habitados durante décadas por familias de recolectores de caucho. Los terratenientes quemaban la selva mientras obtenían la propiedad sobre cientos de miles de hectáreas y reclamaban subvenciones estatales. Los incendios pasaron de esporádicos a masivos.

«¡No firméis nada!», decía Chico a los caucheros. «Esta tierra es vuestra. Cuando la transformáis en dinero, perdéis la posibilidad de sobrevivir. ¡La tierra es la vida!». Pero los que no firmaban eran amenazados, desalojados por la fuerza y muchas veces muertos por los matones enviados por los terratenientes. Quemados los árboles el suelo se erosionaba y se levantaban nubes de mosquitos desde los charcos, transmitiendo la malaria. El primer sindicato se formó en 1975.  Entre sus líderes fundadores estaba Chico Mendes.

A fines de los ’70 el precio del oro se disparó y la «fiebre del oro» se abatió sobre la Amazonía. En 1983, 100.000 personas ya se encontraban trabajando frenéticamente y seguían llegando para vivir en condiciones infrahumanas. Se construyeron pistas de aterrizaje que facilitaron los circuitos ilegales del oro, el tráfico de fauna, las drogas y la prostitución. Parte del oro se refina con mercurio. Por cada tonelada de oro, una tonelada de mercurio es vertido en el ecosistema. Chico aprovecha los mítines electorales para denunciar las talas ilegales, las expulsiones violentas y los arrestos arbitrarios. En abril de 1983 se casa con Ilzamar Moacyr, con quien procreó tres hijos: Ángela, Elenira y Sandino.

A principios de los ’80 el gobierno de facto impulsa en Brasil el proyecto del Polonoroeste destinado a «poner en producción» 25 millones de hectáreas sobre la frontera con Bolivia; para ello hubo que alargar 1.200 kilómetros la BR-364. El Banco Mundial y el BID, desoyendo a sus propios expertos medioambientales, fueron los financiadores. Los pronósticos eran claros; después de la BR-364: aniquilamiento de los indígenas, devastación de la selva, extinción de especies, erosión de los suelos, desastre social y económico. Poco más tarde se construye Tucuruí, en ese momento la cuarta represa hidroeléctrica más grande del mundo, sobre el río Tocantins, un afluente del Amazonas, considerada hoy un desastre ambiental, sanitario y social. Después seguiría otro descalabro total: el de la mega-represa de Balbina, construida para dar electricidad a la zona industrial de Manaus. Estos hechos promovieron proyectos de legislación ambiental en los Estados Unidos, exigiendo estudios de impacto antes de la financiación de este tipo de obras.

Posteriormente y gracias al apoyo internacional de reconocidos ambientalistas, Chico viaja a Estados Unidos para dar a conocer la idea de las «reservas extractivas» ante el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo: áreas donde se aprovecharía no sólo el caucho nativo sino también la recolección de frutos y medicinas silvestres -1.400 plantas selváticas contienen principios activos contra el cáncer, por ejemplo. Se demuestra que una hectárea de selva produce -sólo en caucho, nueces, resinas y frutas- mucho más que una hectárea dedicada a la ganadería. Además de que estas reservas garantizan la conservación del bosque y las poblaciones tradicionales. En Washington mantiene una serie de entrevistas, incluida una reunión clave en el Senado. La gira fue un éxito; pero también desató reacciones adversas, sobre todo entre los terratenientes de Brasil.

A mediados de 1987 se detectan grandes quemas en la Amazonía. Esa temporada, a los lados de la BR-364 hubo más de 200.000 incendios provocados: dos veces la superficie de Suiza estaba ardiendo. Los incendios habían inyectado en la atmósfera más de 500 millones de toneladas de carbono; equivalente al 10% del aporte mundial de gases de efecto invernadero que afectan el clima, cada año.

En junio de 1987 Chico recibe el Premio Global 500 de las Naciones Unidas, lo que lo catapulta al interés internacional. Poco después recibe en Nueva York el premio de la Better World Society, creada por Ted Turner, el dueño de la CNN. Chico calculó que con lo que costaba un desayuno en el Waldorf Astoria una familia de caucheros podría vivir cuatro meses.

En junio de 1988 el Ayuntamiento de Río le entrega las llaves de la ciudad: es el primer reconocimiento público en su propio país. Pero llega tarde; la violencia y el clima de represalias de los terratenientes crece. Luego de un nuevo asesinato de un líder cauchero, el gobierno federal decreta que cuatro importantes zonas se conviertan en las primeras reservas extractivas de Brasil. El 6 de diciembre de 1988, en Sao Paulo, Chico participa en un seminario sobre la Amazonía organizado por la Universidad. Allí pronuncia el célebre discurso que termina diciendo: «No quiero flores en mi tumba porque sé que irán a arrancarlas a la selva. Sólo quiero que mi muerte sirva para acabar con la impunidad de los matones que cuentan con la protección de la policía de Acre y que desde 1975 han matado en la zona rural a más de 50 personas como yo, líderes caucheros empeñados en salvar la selva amazónica y en demostrar que el progreso sin destrucción es posible». El 22 de diciembre de 1988, en su casa de Xapurí, Chico recibe en el pecho el impacto de un disparo hecho a corta distancia, desde la oscuridad. Darly Alves da Silva y su hijo Darci, dos terratenientes, fueron considerados culpables del asesinato y condenados a 19 años de prisión. En 1993 escaparon y fueron nuevamente capturados en 1996. Sólo fueron el brazo armado, ya que los autores intelectuales nunca fueron capturados a pesar de que Chico había denunciado en cartas y telegramas a las autoridades los nombres de las personas interesadas en su eliminación.

Su muerte, sin embargo, no fue en vano. A pesar de haber dejado un vacío insustituible, el movimiento de los trabajadores del caucho de la Amazonía, ha logrado la conservación del 97% de las tierras que Chico tanto amó.

Uno de los más conmovedores homenajes a este increíble luchador es la canción “Cuando los ángeles lloran”, de la banda de rock mexicana Maná, escrita en 1995. Escúchala AQUÍ.

 

La marea blanca que luchó contra la adversidad.

El 13 de noviembre de 2002, el petrolero Prestige se accidentó durante una tormenta mientras transitaba cargado con 77.000 toneladas de fuelóleo frente a la Costa da Morte, en el noroeste de España, y tras varios días de maniobra para su alejamiento de la costa gallega se acabó hundiendo a unos 250 km de la misma. El vertido de la carga causó una de las catástrofes medioambientales más grandes de la historia de la navegación, tanto por la cantidad de contaminantes liberados como por la extensión del área afectada, una zona comprendida desde el norte de Portugal hasta Francia. El episodio tuvo una especial incidencia en Galicia, donde causó además una crisis política y una importante controversia en la opinión pública.

Las primeras declaraciones oficiales pretendían minimizar la catástrofe evitando utilizar la palabra ‘marea’ y hablar sólo de un vertido, asegurando además que el hundimiento no tendría graves efectos sobre el medio ambiente. La realidad es que en las primeras 20 horas tras el accidente, el Prestige vertió al mar entre 10.500 y 21.000 toneladas, y que siguió echando fuelóleo durante todo su recorrido frente a la costa hasta el momento de su hundimiento. Una vez el barco ya había naufragado se produjo un nuevo vertido, estimado en 10.000 toneladas, que provocó una segunda marea negra. Debido a un cambio en la dirección de los vientos, las manchas, junto con el material que seguía vertiéndose (125 toneladas diarias) dieron lugar a una tercera marea negra que afectó a Asturias, Cantabria, País Vasco y Francia. El volumen definitivo del fuel vertido se estimó en 63.000 toneladas.

Las predicciones realizadas por expertos indicaron que la vida marina sufriría por la contaminación procedente del Prestige durante un mínimo de diez años debido al tipo de vertido, fundamentalmente por su contenido en hidrocarburos aromáticos. Estos compuestos, de acción tóxica acumulativa, pueden envenenar al plancton, así como los huevos de los peces y crustáceos,  produciendo efectos cancerígenos en los peces y los animales que se nutren de ellos en la cadena trófica. También se les atribuyen efectos mutagénicos. Se estima que el número de aves afectadas por el vertido del Prestige osciló entre 115.000 y 230.000 aves.

Unos 2.500 barcos quedaron amarrados en puerto y 7.000 familias se vieron afectadas por las pérdidas derivadas del no poder pescar. Se aprobaron líneas de ayudas a los marineros mientras duró el cierre forzoso.

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Una de las imágenes más representativas de la catástrofe del Prestige es la labor de los voluntarios en la limpieza de las playas y en la recuperación de aves cubiertas de petróleo a lo largo de toda la costa. Las autoridades contabilizaron unas 115.000 personas, entre noviembre de 2002 y julio de 2003. Estas acudieron de forma espontánea u organizada desde toda Galicia y del resto de España; unos 1.000 voluntarios eran extranjeros. Otras fuentes elevan la cifra de voluntarios a 200.000 o incluso 300.000 (Imagen: www.elmundo.es)

A esta cifra habría que sumar los marineros y mariscadores que recogieron gran parte del fuelóleo vertido en el mar; los militares que se desplegaron en la zona, unos 32.600, y que además de participar en las tareas de limpieza ayudaron a los voluntarios al repartirles raciones de comida y mantas.

Esta masiva presencia de gente en toda la costa de Galicia se denominó «marea branca», en referencia a los equipos de protección que se les proporcionaron. Nunca en la historia de Galicia ni de España se vio semejante movilización solidaria.

La magnitud de la catástrofe y la discutida gestión de la misma por parte de las autoridades competentes hicieron que en toda Galicia se multiplicaran las reacciones de indignación ciudadana en los actos de protesta (siete de los once mayores vertidos de fuel europeos en los últimos 30 años habían sucedido frente a las costas gallegas). La población salió masivamente a las calles y protagonizó manifestaciones históricas, como la celebrada en Santiago de Compostela el 1 de diciembre de 2002, a la que asistieron más de 200.000 personas. La crítica más grave fue que la gestión que las autoridades hicieron del naufragio, desde el mismo momento del accidente, fue lo que agravó sustancialmente la dimensión de la catástrofe, tanto por la carencia de medios ante una marea negra de este calibre, como por la desorganización, improvisación y descoordinación que hubo en todo el proceso.

Nunca Máis. A raíz del desastre se crea una plataforma ciudadana y movimiento popular en Galicia llamado “Nunca Máis” (Nunca Más) con el propósito de reclamar responsabilidades medioambientales, judiciales y políticas. Fundada el 21 de noviembre de 2002, dos días después del accidente, su símbolo es una bandera gallega con fondo negro en lugar del blanco.

La plataforma surgió como reacción popular contra la gestión de la catástrofe. A través de numerosas movilizaciones por todas las ciudades gallegas, los manifestantes reclamaron que Galicia fuese declarada «zona catastrófica» y se activasen las ayudas económicas para recuperar la zona, limpiar el vertido tóxico y compensar a los sectores afectados en una zona de tradición marítima. De igual modo, se pidieron condenas para los responsables del Prestige y medidas preventivas para evitar futuros desastres.

Con el paso del tiempo, Nunca máis se ha reconvertido en un movimiento contra toda clase de desastres ecológicos en Galicia. El 11 de agosto de 2006 se produjo su reactivación para protestar contra la oleada de incendios forestales que estaban sacudiendo Galicia, la gran mayoría provocados.

El 13 de noviembre de 2013 (11 años después de la tragedia),  la Audiencia Provincial de A Coruña resolvió la causa sin culpables, pues ninguno de los acusados fue encontrado culpable de delito ecológico. El grupo ecologista Greenpeace mostró su total disconformidad con una sentencia que no incluía «ni a los verdaderos responsables políticos, ni a las empresas implicadas, y, por lo tanto, es una sentencia para cubrir el expediente que no evitará que otro Prestige sea posible»

Fuente:  Wikipedia.

Te invito a que escuches al poeta y cantautor argentino Rafael Amor interpretando “Chapapote” (= asfalto, alquitrán) como agradecimiento a los miles de voluntarios que formaron parte de aquella “Red de Osadía” que ayudó a superar uno de los capítulos más negros en la historia reciente de Galicia y Europa.

 

Voces Verdes contra el Cambio Climático.

Tanzania es un país claramente vulnerable al cambio climático. Las previsiones dicen que la población urbana, que se triplicará en 2030, sufrirá inundaciones más graves y frecuentes. La agricultura genera el 25% del PIB y el 24% de las exportaciones. En las zonas rurales el 85% de las mujeres se dedica a la agricultura y depende de las lluvias. Por suerte, hablamos de un país que se ha mostrado receptivo a abordar el desafío que estas previsiones representan y ha impulsado una agenda regional para abordarlo.

La Fundación española Mujeres por África quiere contribuir a ese esfuerzo con Voces Verdes,  un proyecto en el que cinco empresarias, cinco líderes sociales y cinco periodistas tanzanas recibieron formación sobre liderazgo y cambio climático con el fin de desarrollar una iniciativa o proyecto verde en sus respectivos ámbitos, con la colaboración de socios locales entre los cuales se encuentran: la construcción de cocinas solares, alfabetización de niñas y mujeres, mejora del sistema de procesado de desechos sólidos, deshidratar hortalizas, cosechar cultivos resistentes a la falta de agua, etc.

Para potenciar este efecto, se realizará durante el año 2016 en Tanzania una campaña de comunicación a nivel nacional basada en las experiencias de las 15 mujeres participantes y conducida por las cinco periodistas, con el fin de sensibilizar a la población sobre los efectos del cambio climático para el país y las medidas para combatirlos. Se pretende convertir así a las mujeres en protagonistas de este esfuerzo, en portavoces verdes que, con un amplio respaldo social, consigan generar opinión y concientización sobre los problemas derivados del cambio climático y las soluciones paliativas con el cual abordarlo.

Si deseas conocer más sobre los proyectos de estas luchadoras, pincha AQUÍ.

Además, te invito a que escuches la canción que escribió la artista Luz Casal y Javier Monforte para este proyecto, haciendo clic en este enlace.

 

Mi contribución.

A medida que los problemas medioambientales aumenten en número y gravedad, se requerirá de la valiente actuación de más personas comprometidas con el planeta. Pensamos que esto es algo que no nos atañe directamente pero es que estamos tan interconectados que nada de lo que pase en cualquier rincón de la Tierra dejará de afectarnos, nos encontremos donde nos encontremos. Esto es algo serio, nos estamos acercando peligrosamente al punto de no retorno; todos sabemos muy bien cómo podemos contribuir a minimizar nuestro impacto en el medio ambiente: disminuye la cantidad de basura que generas, separa, recicla, reutiliza, organiza una brigada medioambiental en tu edificio, comunidad o lugar de trabajo, participa en jornadas de reciclaje, lleva tu propia bolsa de la compra al mercado, disminuye el número de envases plásticos que utilizas, contribuye económicamente con organizaciones no gubernamentales de reconocida trayectoria, organiza jornadas de reforestación junto con las alcaldías, enseña a tus hijos con tu propio ejemplo, actuemos pronto, nuestra amada Tierra lo reclama.

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Te invito a que escuches a María Rivas, cantautora venezolana, elevando su voz de protesta ¡Hasta cuándo!, haciendo clic AQUÍ.